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miércoles, 12 de octubre de 2011

Visita a La Línea durante la Conferencia de Algeciras de 1906

Este es un estracto del libro de "La Conferencia de Algeciras” “Diario de un testigo” de Javier Betegón y Aparici, corresponsal de “La Época” de Madrid, Durante los días comprendidos entre el 16 de enero y el 7 de abril de 1906



IV
EN LA LÍNEA

                                                                                               17 de Enero.


Día de asueto para diplomáticos y periodistas... La calma sustituye á la agitación de ayer; los nervios descansan; el cerebro... funciona con perfecto equilibrio... ¿Qué hacemos en este día de descanso? ¿En qué emplearemos el tiempo?...
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Los que tenemos naturaleza de trabajadores tememos mas á un día de inacción que á otro de gran lucha. Parece que el día de descanso, con su aburrimiento, con su tedio, nos cansa más que el día de trabajo. Parece esto una paradoja, y en la realidad no lo es... Hay que buscar, pues, manera de emplear el día, curioseando, rebuscando. ¡Si estuviéramos en Madrid! ¡Si estuviéramos en París! ..........

.........
Yo soy un espíritu inquieto que gusta de todas las variaciones, de todos los cambios, de todo lo que no es regularidad, orden, monotonía. Yo gusto mucho, por esto, de los pequeños como de los grandes viajes. Visitar una población desconocida, aunque sea insignificante, escudriñar sus callejas, descubrir sus secretos, me encanta.

Ha dicho un ilustre escritor que no hay libro malo que no ofrezca algo bueno, nuevo, original. Yo digo que no hay ciudad, ni pueblo, ni aldea, por pequeña, por modesta, por humilde que fuere, que no ofrezca al visitante algo curioso, algo original, algo interesante, que merezca ser observado. En el lugarejo más obscuro, en la más simple parroquia, encontrareis, por lo menos, una iglesita humildísima, y en esa iglesia un altar, una imagen, un cuadro que os dará una nota de arte para el libro de vuestras observaciones ó para el archivo de vuestra memoria. Y observándola y admirándola diríais: ¡Pues no he perdido el día! ¡Caramba, quién lo habría de pensar!...

Por eso acepto encantado la proposición de mis compañeros. ¡Un paseo á La Linea! Es buena manera de emplear nuestro día de asueto... Y allá vamos en caravana los señores de la Prensa, á visitar el pueblo fronterizo de Gibraltar, del cual nos han dado pésimas noticias... Son exagerados é injustos estos juicios.

Sin ser La Línea un modelo de adelantos y perfecciones, bueno es confesar que no ofrece el aspecto sucio y de pobreza que nos habían pintado.

Cierto es que al terminar el territorio de Su Majestad Británica, la carretera, que parece un parquet bien cuidado, cambia de aspecto, y los baches y el mal estado dan á conocer que pisamos territorio español; pero hay que confesar que no es esto culpa de las autoridades, sino que obedece a la prohibición de arreglarlo, para evitar perjuicios que entiende el ramo de Guerra que podia ocasionar su perfecto estado, en caso de invasión, según he sabido en aquel pueblo.

Hasta hace poco carecía La Línea de un Hospital donde albergar los enfermos, viéndose obligado el Ayuntamiento á pagar estancias en el de Gibraltar. Hoy la Beneficencia está bien montada; he visitado su Hospital, y aseguro que se encuentra en buenas condiciones, capaz de albergar á 35 ó 40 enfermos, con camas aseadas, salas ventiladas y un modesto arsenal de cirugía.

La Línea no presenta hoy el aspecto desaseado de que nos habían hablado, y sus calles pueden recorrerse sin que sea preciso taparte para ello la nariz, como nos habían pronosticado.

El Alcalde. Sr. Fariñas, hermano del ex Diputado á Cortes Sr. Ojeda, tuvo atenciones para nosotros que merecen las gracias.

También es digno de elogio el Casino, que está bien alhajado, y en el cual no se juega. Esto es una importante enseñanza para nuestros Casinos de todas clases y categorías.

La Línea de la Concepción es una población alegre, sana y progresiva. Un poco más de atención en nuestros Gobiernos, un poco más de celo en todos, un poco más de dinero... y un poco menos de miedo al ingles, y este núcleo de población, nuevo y ya de importancia grande, llegaría á ser en poco tiempo una ciudad hermosa y floreciente.

Visitamos la ciudad de uno á otro extremo: curioseamos sus templos y sus Círculos; hablamos de su presente y de su porvenir; nos atienden en todas partes con amabilidades extremas, distinguiéndose en ellas especialmente el simpático Miguel Pastor, amigo de todos los periodistas, y así pasamos agradablemente las horas de asueto. Al regresar á Algeciras, yo me considero satisfecho y bien pagado del viaje.

Para mí no se ha perdido el día de descanso. En el capítulo correspondiente de mis memorias queda un recuerdo grato, que acaso me proporcione materia, andando el tiempo, para reflexiones más transcendentales. He vivido un día más, y lo he vivido bien...





 Luis Javier Traverso Vázquez


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