La foto clásica de aquellos tiempos de posguerra, de “ cara al sol “ obligatorio, de manejo de conciencias a niños desvalidos. Tiempos de miserias, de múltiples necesidades, de no poder vivir dignamente. Tiempos de juego al trompo y a las canicas. De querer aprender y no poder. De hacerse hombre muy temprano. De saber valorar un te quiero. Un beso. Un abrazo. De conocer que La Solidaridad vive en la misma casa que la pobreza. Que tus padres, tus hermanos, tus amigos son un tesoro que debes cuidar con esmero. Si, eran tiempos difíciles en los que la escuela de la vida abría tus ojos y tu mente. Y te empujaba hacia adelante con fuerza.
Recuerdo a ese niño. Y tanto que le recuerdo. Aprendí a jugar con él. Hacía sus mismas cosas. Las mismas travesuras. Dormía con él en su misma cama. Conocía al dedillo lo que pensaba. Las dificultades en las que se desenvolvía. Su mundo de carencias materiales pero lleno de amor. Sabía que por encima de todo era un niño feliz. Que le gustaba la pintura pero que nunca tuvo un lugar donde aprender a manejar los pinceles. Bueno es que nunca tuvo pinceles. Claro que le recuerdo bien. Le tomé cariño y procuré tenerle siempre bien cerca.
Ese niño se fue alejando a medida que transcurría el tiempo. Se escondió en mi interior. He soñado con él muchas veces. He añorado su candidez. Su falta de malicia. Era un buen chico al que trato de convencer que se asome a esta ventana y nos cuente algo de su vida. Y lo está haciendo muy tímidamente. Como ahora. Poco a poco está aprendiendo a deshojar la margarita de sus sentimientos.
Antonio Castaño
Para La Linea en Blanco y Negro
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