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domingo, 24 de julio de 2011

Los Perros Contrabandistas en la Aduana con Gibraltar


A  finales del siglo XIV principios del Siglo XX la utilización de los perros era una forma muy utilizada para el contrabando, sobre todo el de tabaco y asi los recoge en sus páginas los periódicos y revistas de la época entre ellos, El periódico el Imparcial del lunes 10 de agosto de 1896 y la revista Nuevos Mundos  del lunes 5 de febrero de 1900, comentando lo siguiente:



Asunto éste muy conocido para los habitantes de las provincias de Málaga y Cádiz, es perfectamente nuevo para la generalidad de las gentes. Este relato tiene el sabor de arriesgadas aventuras que, resisten las historias de contrabandistas.

El pintoresco tipo del contrabandista andaluz, idealizado por la leyenda, cantado en los romances y hasta puesto en música en la ópera de Bizet, ha sido sustituido por perros.

Rara es la noche en que desde Gíbraltar no se oyen disparos hacia La Linea. Pero la gente no se alarma. No es que se han roto las hostilidades entre ingleses y españoles, ni que traten estos de sorprender la plaza. Es sencillamente que el resguardo español anda a caza de perros contrabandistas.

Hace pocos años, los perros, cargados de tabaco, hacían el contrabando por tierra, Sus amos salían de Gibraltar al cañonazo de la tarde, permanecían escondidos en el campo neutral hasta bien cerrada la noche, y luego iban soltando poco a poco los perros, que no obstante su carga, cruzaban con la velocidad del viento las líneas españolas y no paraban hasta entrar en los refugios a donde les habían enseñado a ir y donde ya los aguardaban los socios encargados de recoger el tabaco.

Tan grande era el contrabando que se hacía de esta manera y tan difícil acabar con el que la Compañía Arrendataria pidió y obtuvo autorización para tender de playa á playa, en el itsmo que enlaza a Gibraltar con el resto de España, un vallado de tela de alambre lo bastante alto para que no pudieran saltarlo los perros.

De estos hacen, Algeciras y La Linea un consumo de 5.000 o 6.000 al año. ¡Pobres bichos! que vienen a pagar las culpas de las medidas fiscales y que mueren por el tabaco, sin fumarlo.

Son verdaderamente curiosas las operaciones variadas que tienen que hacer los contrabandistas de Gibraltar para burlar la vigilancia de los carabineros, blanquillos (nombre que dan los contrabandistas a los tabacaleros por el traje muy claro que usan) y otros vigilantes algo más astutos y de mejor olfato, como son los perros.

Vamos a ver como emplean a estos animalitos y la manera que tienen de educarlos.

Lo primero que hace falta son los perros, y a éstos se encargan de buscarlos los llamados perreros. Cuando hacen falta perros, los perreros salen por los pueblos cercanos y en ellos se dedican a enlazar a todos los que ven; operación no exenta de peligros, pues es fácil llevarse un bocado del can ó lo que es más posible, un garrotazo del dueño.



Un Dato muy curioso con respecto a salida de los perros por los pueblos cercanos es lo escriben en en la Revista el Progreso Agrícola del miércoles 8 de marzo de 1899. 

Hace cosa de año y medio comenzó a notarse en Jeréz que desaparecían muchos perros, y con preferencia los mastines o de gran tamaño; de algunos ranchos y cortijos faltaron perros y, por averiguaciones que algunos dueños de éstos hicieron, pudo saberse que los canes eran robados para llevarlos al Campo de Gibraltar, donde los dedicaban al contrabando de tabaco.

Entre los perros robados lo fué uno de un rancho de Berlanga, hermoso animal de gran corpulencia, cuya desaparición sintió mucho el amo; el martes último, después de diez y nueve meses de ausencia, se presentó el perro en el rancho, haciendo muchos festejos a su amo, que lo recibió con la consiguiente alegría y con no poca sorpresa, porque el perro traía perfectamente acondicionada sobre el lomo una especie de albarda que contenía nada menos que 16 libras de tabaco.

Inútil es decir que el dueño del perro celebró la vuelta del animal y se alegró también de poder fumar gratis durante algunos meses.


Volviendo a la enseñanza de los perros el periódico escribe  ….una vez que tienen ya una buena cuerda (serie de perros amarrados por el cuello), que generalmente no baja de 50, se dirigen a la Línea, que es el cuartel general del contrabando, y esperan a que llegue la noche para introducirlos en la ciudad, lo que hacen por calles distintas para no llamar la atención, y los conducen a los corrales que ya tienen preparados al efecto, corrales donde no escasean los palos y sí la comida. Allí es donde van a comprarlos los que tienen preparado algún alijo (contrabando).




 
Ahora vamos a tratar del procedimiento, o más bien de la serie de procedimientos que siguen los contrabandistas en educar a los perros a fin de que puedan servir para los trabajos a que los dedicarán después.

Lo que primero ven es si el perro sabe nadar sin producir ruido cargado con la enjalma, que es una carga hecha con los paquetes de tabaco y que por medio de cuerdas va sujeta fuertemente al cuerpo del animal. Si producen mucho los desechan por inservibles.

Una vez hecho este examen preliminar, se pasa a lo que podríamos llamar la educación perruna, para la cual se necesita una gran paciencia. Después que el perro ha aprendido el camino de su casa, se le enseña a que lo recorra inmediatamente que lo suelten en la playa; para ello lo conducen a ésta, y una vez que lo han soltado le pegan una paliza, por lo que el animal vuelve más que deprisa a la casa donde es esperado con un plato de comida; excusado es decir que esta lección es la que aprenden más pronto. Cuando ya el perro sabe bien esta lección pasan a la segunda, que tiene por único objeto hacer que tengan miedo á los carabineros y tabacaleros. Para conseguir esto se apostan unos cuantos contrabandistas disfrazados con los uniformes de aquellos cuerpos en el camino que ha de seguir el perro para volver a su casa, y apenas pasa, cuando provistos de estacas la emprenden a palos con el pobre animal, que encuentra que estos palos son razones suficientes para tener a los individuos de dichos cuerpos una gran aversión, aversión que algunas veces procuran satisfacer en las pantorrilias de algún carabinero ó tabacalero auténtico; y es de admirar que el olfato de estos animales es tan fino que algunas veces se lo hacen notar a algún agente de dichos cuerpos cuando va vestido de paisano.

Los pobres animalitos despliegan una sagacidad casi humana para evitar el encuentro con los del Real Cuerpo. Aprovechan el menor accidente del terreno para esconderse; se quedan inmóviles agazapados, mientras hay enemigos a la vista; y en cuanto se despeja el terreno, salen como una exhalación, sin hacer caso de llamadas, ni de tiros.


A los perros noveles no se les manda nunca con carga, sin que hayan hecho antes varias veces de vacío, y en compañía de otros perros amaestrados, el camino que han de recorrer. De modo que hasta en la educación de los reclutas ayudan los animales contrabandistas al hombre. Así es como aprenden los perros nuevos en el oficio las artimañas necesarias para salvar el pellejo y la carga y ¡quién sabe si hasta el culto del deber para no entregarse cobardemente con el tabaco que les han confiado!

Cuando el perro ha aprendido todo lo que precede, ya está completada su educación, y entonces un día, sin despertar sospechas, son embarcados para Gibraltar y almacenados en algún pontón de los que tanto abundan en el puerto. Allí esperan el tiempo necesario para que se arregle el tabaco.

Cuando este está ya comprado y colocado en las enjalmas, se las colocan al perro fuertemente atadas para que no se les caigan con la carrera que tienen que emprender, lo cual sería la perdición del animal y de la carga. Como es consiguiente, el tamaño y peso de la carga varía según el poder del perro entre 3 y 30 libras. Una vez preparados los canes con sus respectivas cargas, los contrabandistas levan el ancla cuando llega la noche (prefiriendo las lluviosas y obscuras) y teniendo mucho cuidado de no producir ruido al remar y de no encender luz alguna para no caer en poder de las lanchas de la Tabacalera, se dirigen a la playa, y al llegar a unas 30 ó 40 brazas de la orilla ponen los perros en el agua y se vuelven a las aguas jurisdiccionales de Gibraltar para esperar que sea de día, que es cuando pueden desembarcar como si fueran pacíficos pescadores o simples paseantes.

Como es consiguiente, el tamaño y peso de la carga varía según el poder del perro entre 3 y 30 libras. Una vez preparados los canes con sus respectivas cargas, los contrabandistas levan el ancla cuando llega la noche (prefiriendo las lluviosas y obscuras) y teniendo mucho cuidado de no producir ruido al remar y de no encender luz alguna para no caer en poder de las lanchas de la Tabacalera, se dirigen a la playa, y al llegar a unas 30 ó 40 brazas de la orilla ponen los perros en el agua y se vuelven a las aguas jurisdiccionales de Gibraltar para esperar que sea de día, que es cuando pueden desembarcar como si fueran pacíficos pescadores o simples paseantes.

El perro nada hacia la orilla, pero antes de tomar tierra tiene mucho cuidado de mirar para ver si hay alguna cosa que ofrezca peligro para su salida, y si por casualidad ve algo, ya se puedo estar seguro de que no sale hasta que aquella amenaza haya desaparecido.

Si al llegar no ven a nadie, toman tierra y emprenden veloz carrera hacia la casa donde suelen llegar con la carga; pero algunas veces dejan la carga y el pellejo en los arenales.

Para evitar que los perros se escapen, el servicio nocturno de carabineros y tabacaleros está provisto de unos largos palos terminados por unos grandes garfios con los que, apenas distinguen un perro, clavan los garfios en la carga y lo atraen á la orilla, donde le pegan un tiro y le quitan la carga.



Muchas veces se les escapan, y entonces suelen encontrar a la segunda ronda, compuesta de los individuos montados de los dos antedichos cuerpos, que los persiguen a tiros.

Como auxiliares de estos individuos están otros perros que ellos tienen amaestrados para que persigan a sus compañeros fugitivos y hagan presa en las cargas. Estos otros perros, que generalmente son pequeños y buenos corredores, y además llevan la ventaja sobre los otros de no ir cargados, a las primeras de cambio logran alcanzarlos y sujetarlos, dando tiempo a su amo para que llegue y lo mate, quitándole el tabaco.

Como ejemplo de la astucia de los perros puedo referir un hecho que tuve ocasión de presenciar:

Tratábase de un perro que había conseguido escapar de la primera línea, nada más que con un balazo que no le había hecho mucho efecto. Alarmados por el disparo nos pusimos al acecho del perro o persona que venía y al poco tiempo nos pareció ver un bulto que procuraba esconderse; dada la voz de ¡alto! recibimos  por toda contestación un soberbio ladrido, y la sombra emprendió veloz carrera; pero uno de los agentes tenía un perro y éste fué el que hizo que pudiéramos seguirlo con alguna esperanza de alcanzarlo.

Después de una carrera de más de diez minutos, el perseguidor consiguió alcanzar á su perseguido, paralizando algún tanto sus movimientos y dando lugar a que el dueño, que se había adelantado algo a nosotros, por tener un caballo más de refresco, le diese varias estocados con el sable, tendiéndolo en tierra sin movimiento y al parecer completamente muerto.

Durante este tiempo llegamos nosotros y el agente se separó del animal para hablar conmigo, y al volver otra vez a su lado se puso a cortar las cuerdas que sujetaban la enjalma. Con gran sorpresa de todos, en el momento en que te cortaba la ultima cuerda, un salto enorme del perro lo derribó por el suelo, mientras el animal desaparecía con tanta velocidad que ni el perrito del agente pudo darle alcance.

Hay perros duchos en el oficio que despuntan en el arte de amaestrar á sus compañeros más jóvenes. Esos, según el articulista del Strand Magazine, de quien he tomado estos apuntes, no los darían sus amos por 40 ni por 50 duros, aunque son, por lo general, animales que distan mucho de figuraren el stud-book canino.

Según el periódico de la vanguardia del  lunes 1 de febrero de 1909 nos da los siguientes datos de esa época:

Aprehensiones verificadas en el pasado mes por el cuerpo de Vigilancia, dependiente de la Jefatura superior, en las provincias de Cádiz, Málaga, Granada y Almería:

Zona de Algeciras —Apresados por dicho cuerpo 507 kilogramos de tabaco, 310 cigarros puros, una embarcación y un reo, matándose 68 perros de los dedicados al fraude; en unión de Carabineros aprehendió 1.069 kilogramos de tabaco, dos reos y dos carruajea con caballerías.

Por el Servicio marítimo de la región se aprehendieron 656 kilogramos de tabaco, 19 bultos, 9 enjalmas y 7 latas con igual articulo, dos embarcaciones y 10 reos, Inutilizándose 20 perros contrabandistas.



 Luis Javier Traverso Vázquez

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